Todo empieza con la llegada de los colonos alemanes a Haifa, poco después del acercamiento entre Alemania y el Imperio Otomano, varias décadas antes de la Primera Guerra Mundial. Frente a nosotros se alinean tres edificios históricos consecutivos —los de los números ocho, diez y doce— que muestran con claridad cómo fue tomando forma la Colonia Alemana. El edificio número ocho, donde hoy funciona un café de la cadena Aroma, perteneció originalmente a la familia Dick. Su propietario llegó desde el Cáucaso algunos decenios después de la fundación de la colonia y creó en Haifa una empresa dedicada principalmente a la importación de maquinaria agrícola, que rápidamente se convirtió en una de las más importantes del país. Tras su muerte, el negocio pasó a manos de parientes cercanos, las familias Lange y Schumacher, unidas entre sí por matrimonios.
La casa fue construida en el período de mayor prosperidad de la colonia, pocos años antes del cambio de siglo. Tenía dos plantas residenciales, un sótano y un altillo, y su fachada se abría con arcos y amplias vitrinas donde se exhibían los productos. El frontón y la inscripción bíblica sobre la entrada son rasgos típicos de la arquitectura templaria. La frase “Eben Ezra”, junto con el año de construcción, remite a una imagen del Antiguo Testamento y subraya el carácter religioso de la comunidad. Enfrente del edificio hubo primero un hotel, luego una terminal de ómnibus y hoy vuelve a levantarse un hotel: la ciudad regresa, una vez más, a su lógica portuaria.
El edificio siguiente, el número diez, es la casa de la familia Schumacher, todavía sin restaurar. Fue construida poco después de la llegada de la familia a Palestina, algunos años antes de la guerra franco-prusiana. El jefe del clan se sumó al movimiento templario y fue nombrado cónsul honorario de los Estados Unidos, convirtiendo la casa en sede consular, función que más tarde heredó su hijo. Aquí se alojaban oficiales británicos que, décadas antes del fin del Imperio Otomano, se dedicaban a cartografiar Galilea y los Altos del Golán. El hijo continuó ese trabajo: participó en el diseño del ferrocarril entre Haifa y Damasco, tomó parte en excavaciones en la zona de Armagedón y construyó proyectos industriales e infraestructurales en todo el país, desde una bodega en Rishon LeZion hasta un muelle especial para el káiser alemán en Haifa.
Durante la Primera Guerra Mundial se alistó en el ejército alemán y, tras la derrota, no pudo regresar durante mucho tiempo a la Haifa bajo mandato británico. Cuando finalmente volvió, ya después de la guerra, vivió allí apenas un corto período. Una generación más tarde, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, las autoridades británicas deportaron a toda la familia como ciudadanos de un Estado enemigo. En su momento, los símbolos de esta casa fueron la bandera estadounidense y un reloj de sol, recuerdos visibles de una época en la que Haifa formaba parte del mundo colonial, mucho antes de convertirse en la ciudad moderna que conocemos hoy.
Esta guía de Haifa es una caminata por una ciudad hecha de capas superpuestas. Desde una aldea otomana y la colonia alemana hasta el puerto del período británico; desde barrios árabes y el Adar judío hasta el Carmelo y los jardines bahá’ís. La historia acá no se explica: se lee en las casas, en las calles, en los restaurantes, museos y pasajes donde conviven lenguas distintas y miradas diferentes. No es un recorrido de “atracciones”, sino una forma de entender la ciudad como un organismo vivo, con memoria, heridas, intentos de reconciliación y una capacidad poco común de coexistir. Un camino que no solo avanza sobre el mapa, sino que se adentra en la profundidad de Haifa.