El teatro podía reunir hasta **cinco mil** personas y se convirtió en escenario de espectáculos realmente enormes. El espacio frente al escenario se llenaba de agua y se transformaba en una gran pileta donde se recreaban batallas navales que dejaban al público sin palabras. En griego, “theatron” hacía referencia a mirar, a contemplar, y nombraba un lugar pensado para ver presentaciones de grupos cívicos, con historias preparadas, valores que se querían transmitir y un jurado que elegía a los ganadores.
Con el tiempo, ya bajo el dominio romano, estos espacios empezaron a orientarse cada vez más hacia exhibiciones masivas cuyo objetivo no era enseñar, sino impresionar. Así fue como se instaló la lógica del “pan y circo”, y los teatros terminaron perdiendo su función cultural para convertirse en instrumentos del poder.
En Israel hay nueve sitios incluidos oficialmente en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, y Cesarea —que hoy aparece en la lista de espera junto con más de mil ochocientas candidaturas de todo el mundo— está camino a ser la próxima. Su encanto único surge de una combinación poco común de historia, arquitectura y un ingenio constructivo realmente excepcional. La ciudad fue pensada y levantada por el rey Herodes el Grande en honor al primer emperador romano, Octavio Augusto, y en poco tiempo llegó a convertirse en uno de los grandes motores económicos del Mediterráneo oriental.
Por sus calles se cruzaron figuras como Poncio Pilato, el rabino Akiva y Luis el Santo, el rey Luis nueve. Distintas épocas y culturas pasaron por aquí hasta que la arena y la sal del mar guardaron durante siglos la memoria de todo lo vivido, como si fuera una cápsula del tiempo, esperando a que los arqueólogos la volvieran a abrir.
Te invitamos a un recorrido lleno de historias y descubrimientos. Vení, viajero: abramos juntos este libro antiguo de la vida y sus huellas silenciosas.