La parte sur del túnel de Rosh Hanikrá conserva huellas claras de su pasado militar y de transporte. Todavía se distinguen los rieles y el hormigón con marcas bien visibles de bolsas de cemento, refuerzos provisionales que quedaron fijados en una forma permanente. Desde la penumbra del túnel se abre una salida hacia la luz y el mar, un paso que desemboca en un sendero peatonal a lo largo de la costa. Más adelante, el camino avanza entre lagunas y agua abierta, con el sonido constante de las olas acompañando la marcha, y la línea del litoral se lee como una continuación natural de la historia, desde la vía férrea hasta un recorrido costero tranquilo.
Rosh HaNikrá es un lugar donde una caminata se transforma en un viaje entre fuerzas de la naturaleza y capas del tiempo. Todo empieza arriba del acantilado, con una vista amplia de la costa y una sensación clara de límite, y después un descenso casi vertical en teleférico te lleva hacia abajo, directo al mar, a las grutas y al ruido constante de las olas dentro de la roca. Te esperan paredes blancas de piedra caliza, cuevas marinas vivas, luz y agua que cambian todo el tiempo el espacio y los colores, y aparece una sensación difícil de explicar, como si la roca respirara al mismo ritmo que el mar. Los túneles hablan de campañas militares, de trenes y de vías cortadas, mientras el sendero costero avanza junto al agua, donde acantilados y olas se alternan y se completan mutuamente. No es una atracción ni un museo, es un lugar que invita a ir despacio, a mirar, a respirar, a escuchar y simplemente a estar.