Después de la deportación de los alemanes de Haifa y de toda la Palestina bajo mandato británico durante la Segunda Guerra Mundial, sus propiedades fueron nacionalizadas y en gran parte vendidas, sobre todo a habitantes árabes de la ciudad. En esos años, la población judía se concentraba principalmente en el barrio de Hadar y en torno al puerto, construido por los británicos como el gran puerto de aguas profundas del Oriente Próximo, ubicado precisamente en Haifa y no en Acre, gracias a una línea costera mucho más adecuada. La Haifa árabe empezó a expandirse activamente hacia este sector, la antigua Colonia Alemana, y con el tiempo el barrio se transformó en un centro de la vida intelectual de los árabes cristianos laicos.
Hasta hoy se concentran aquí numerosos negocios y propiedades privadas pertenecientes a familias árabes cristianas, una parte esencial y fácilmente reconocible del mosaico humano de la ciudad. Un pequeño hotel boutique, un restaurante y un patio interior acogedor forman un conjunto bien conocido en Haifa. Es un punto de encuentro para gente del arte, estudiantes y la bohemia urbana, en su mayoría de un ambiente liberal y de pensamiento abierto. Acá es habitual cruzarse con intelectuales árabes, jóvenes universitarios judíos, artistas, blogueros, aficionados al narguile y visitantes que vienen simplemente a comer algo informal en el restaurante Fattoush. En este espacio se percibe con especial claridad una convivencia cotidiana y sin estridencias entre dos mundos, Oriente y Occidente, que comparten el mismo lugar sin necesidad de explicarse.
Esta guía de Haifa es una caminata por una ciudad hecha de capas superpuestas. Desde una aldea otomana y la colonia alemana hasta el puerto del período británico; desde barrios árabes y el Adar judío hasta el Carmelo y los jardines bahá’ís. La historia acá no se explica: se lee en las casas, en las calles, en los restaurantes, museos y pasajes donde conviven lenguas distintas y miradas diferentes. No es un recorrido de “atracciones”, sino una forma de entender la ciudad como un organismo vivo, con memoria, heridas, intentos de reconciliación y una capacidad poco común de coexistir. Un camino que no solo avanza sobre el mapa, sino que se adentra en la profundidad de Haifa.