Durante la bajamar las grutas se revelan de una manera especialmente impactante. El agua se retira, deja al descubierto las líneas blancas de la roca y el espacio se llena de una luz suave, reflejada y tranquila. Después llega la ola, entra despacio, sube, golpea las paredes y las bóvedas, y toda la gruta se llena de un murmullo profundo.
Ese sonido no es agudo ni brusco, es grave y rítmico, como una respiración del mar amplificada por la piedra. Las olas y los vacíos funcionan como un órgano natural: el mar toca dentro de la roca y cada gruta tiene su propio sonido, creando una sensación poco común de belleza viva, que parece respirar.
Rosh HaNikrá es un lugar donde una caminata se transforma en un viaje entre fuerzas de la naturaleza y capas del tiempo. Todo empieza arriba del acantilado, con una vista amplia de la costa y una sensación clara de límite, y después un descenso casi vertical en teleférico te lleva hacia abajo, directo al mar, a las grutas y al ruido constante de las olas dentro de la roca. Te esperan paredes blancas de piedra caliza, cuevas marinas vivas, luz y agua que cambian todo el tiempo el espacio y los colores, y aparece una sensación difícil de explicar, como si la roca respirara al mismo ritmo que el mar. Los túneles hablan de campañas militares, de trenes y de vías cortadas, mientras el sendero costero avanza junto al agua, donde acantilados y olas se alternan y se completan mutuamente. No es una atracción ni un museo, es un lugar que invita a ir despacio, a mirar, a respirar, a escuchar y simplemente a estar.