Rosh Hanikrá está abierto todos los días. En invierno, por lo general, funciona desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde, y en verano suele extenderse hasta alrededor de las seis de la tarde. En días de viento fuerte o de lluvia el horario puede cambiar, sobre todo el funcionamiento del teleférico, por eso conviene verificar el mismo día de la visita.
En la entrada hay un estacionamiento cómodo. El acceso a las grutas se hace mediante el teleférico, que baja rápidamente hasta la base del acantilado. Una vez abajo, los senderos están equipados con pasarelas y con iluminación, lo que hace que el recorrido sea accesible para la mayoría de los visitantes. Es importante tener en cuenta la humedad, ya que el piso en algunos tramos puede estar resbaloso, por lo que se recomienda usar calzado cerrado y cómodo. En temporada alta y los fines de semana suele haber filas para el descenso, así que es mejor llegar temprano por la mañana o más hacia la tarde, cuando hay menos gente.
Rosh HaNikrá es un lugar donde una caminata se transforma en un viaje entre fuerzas de la naturaleza y capas del tiempo. Todo empieza arriba del acantilado, con una vista amplia de la costa y una sensación clara de límite, y después un descenso casi vertical en teleférico te lleva hacia abajo, directo al mar, a las grutas y al ruido constante de las olas dentro de la roca. Te esperan paredes blancas de piedra caliza, cuevas marinas vivas, luz y agua que cambian todo el tiempo el espacio y los colores, y aparece una sensación difícil de explicar, como si la roca respirara al mismo ritmo que el mar. Los túneles hablan de campañas militares, de trenes y de vías cortadas, mientras el sendero costero avanza junto al agua, donde acantilados y olas se alternan y se completan mutuamente. No es una atracción ni un museo, es un lugar que invita a ir despacio, a mirar, a respirar, a escuchar y simplemente a estar.